¿Acaso creyó que me iba a quedar de brazos cruzados? Está muy equivocado, joven. Mediante esta misiva, es mi intención repudiar el contenido de la carta que usted hizo llegar a mi despacho. Básicamente, por sus marcados tintes golpistas y desestabilizadores. Qué libertad de expresión, ni que ocho cuartos, ¿de qué me habla?. Exijo respeto y sumisión. ¿Quién es usted para acusar a un honorable y respetable Ministro de la Nación de corrupto y mentiroso? Ahora bien, preste mucha atención. Tengo en mis manos sus antecedentes penales. Yo diría, un tanto incompletos. En pos de corregir este faltante, considero necesario realizar un par retoques. Nada, unas pequeñas y sutiles modificaciones. Groseros errores de redacción, acusará el oficial a cargo del expediente. Verá usted, una entrada casual sin mayores inconvenientes a la comisaría de su ciudad natal, podría bien transformarse en un robo a mano armada con penas de hasta 15 años de prisión. Analice detenidamente la opción de arrepentirse y retractarse de lo manifestado, y quién dice?..todo vuelve al estado anterior y continúa su vida lejos del Servicio Penitenciario Federal. Reflexione Cuenca, hay tiempo..tiene 24 horas. Tic-Tac
Bai bai, Mister Fernández.
martes, 17 de noviembre de 2009
viernes, 6 de noviembre de 2009
CARTA A ANÍBAL FERNÁNDEZ

Sr. Ministro: Tengo el agrado de dirigirme a Ud. con el fin de hacerle llegar mis más sinceras felicitaciones por aquella broma que supo jugarle al Pueblo Argentino. Teniendo en cuenta que es un político, y como tal, no tiene memoria, voy a realizar el esfuerzo de refrescársela. La frase que me provocó la fractura de cinco costillas y posterior paralización de la mandíbula de tanto reírme, fue: “La inseguridad es sólo una SENSACIÓN sobredimensionada por el periodismo”. (Pausa.. para la carcajada). Ahora bien, que el argentino tenga un gran sentido del humor no habilita a castigarlo de tal manera. Aunque le cueste horrores creerlo, la inseguridad es una realidad. No forma parte de una alucinación, ni mucho menos. Sin embargo, lo entiendo. ¿Por qué preocuparse por una cuestión relativamente menor? Hay asuntos muchísimo más importantes que atender, como defender hasta el hartazgo a funcionarios presuntamente enriquecidos a costas del Estado. Nuevamente, le doy la razón. Estoy de acuerdo con que uno tiene que servirse de todos los beneficios que pueda brindarle la función pública. ¿A quién le importa? Si al final los juicios caen 10 años después. Llegado ese momento, ya te patinaste todo. Aunque fuiste muy prudente y guardaste algún billetín para que tu abogado, que es más ladrón que vos, demuestre tu falsa inocencia, o de última... seas confinado a una lujosa prisión domiciliaria. De una u otra manera, te vas a cagar de risa quedate tranquilo. Aníbal querido, disculpame el atrevimiento, no quiero romper esa ilusión. Tengo que reconocer que sería de mi gusto que vos y tus amiguitos, simplemente desaparezcan. Me despido con otra de tus bromas, allá por 2003: “No somos ni coimeros, ni corruptos”. Podrías reconocer que fue una muy buena!.
Espero pronto su respuesta. Me complacería que no sea un agente de la Federal golpeando la puerta de mi casa con una orden judicial, de esas que sólo vos conseguís en segundos.
Gran abrazo Gran.
martes, 3 de noviembre de 2009
Histeria, rechazo y cuiqui
En una noche de gira, me topé con una pareja. Macho y hembra conversaban plácidamente. A simple vista, uno podría inferir que era una escena habitual y ordinaria de coqueteo. Sin embargo, no fue así. Tiroteo va y viene, parece que el vago no seleccionó las palabras adecuadas para ganarse el cariño de la damisela. El suave y delicado timbre de voz con que se inició el intento de conquista, devino en una ráfaga de insultos, injurias y agravios. Ante la mirada de curiosos y extraños, retumbó en el lugar el destino que la patrona ordenaba para su ex chongo: - ¡Andate a la concha de la lora! Dícese de… la lora, aquella señorita que ofrece sus servicios sexuales a cambio de dinero; su concha, la cachufleta. En pocas palabras, el varón fue invitado a retirarse del lugar, cabizbajo y humillado. Aunque me encontraba a escasos pasos de lo que fue ese violento altercado, no tuve el privilegio de oír aquello que fue causa determinante del conflicto. Se me cruzó ingenuamente por la cabeza acercarme a la femenina, pero ese contacto hubiese sido mortal. De sus carnosos labios de un rojo intenso, podría sin dudas expedirse nuevamente esa lluvia de groserías. Puse reversa y volví sediento por un aperitivo a la barra. Sabía muy bien que de haber prosperado el avance, hubiera obtenido el mismo destino que le sugirió a aquel pibe, y su eventual encuentro con una prosti.
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