miércoles, 30 de septiembre de 2009
Qué pin Qué pan
Acusó demencia. Se la negaron
Pidió clemencia. Prisión, le contestaron
Conmovió a una población. Ni se inmutó
No lo perdonan. ¿Quién lo hará?
Unitarios y Federales
Aquellos cruentos enfrentamientos militares por la conquista del poder, quedaron atrás. No obstante, la división entre Buenos Aires y el resto de las provincias sigue vigente y aun más firme en el plano lingüístico.
El extenso y colorido territorio argentino ostenta “un Norte seco y montañoso, un Oeste de mineral y nieve, un litoral de húmeda dulzura, una pampa lisa y abstracta, y el lejano Sur que se junta con el vértice del mundo”[1]. En conjunto, estas variadas zonas geográficas “definen la tonalidad y el sentido ambiental de las palabras”[2] que conforman el léxico nacional.
En relación con ello, Ferdinand de Saussure, fundador de la lingüística moderna, sostiene que todas aquellas personas que hablan un idioma en particular (español, en este caso), al mismo tiempo comparten una lengua. Esta misma se manifiesta de distintas formas en la “ejecución individual de cada hablante” [3], es decir, a través del habla.
Teniendo en cuenta esto último, no cabe lugar a dudas de que cada una de las regiones citadas anteriormente que conforman el inmenso espacio terrestre de nuestro país, posee “una latitud expresiva propia”[4].
En El lenguaje de Buenos Aires continuamente se hace referencia a la histórica preponderancia que comporta la capital de
Este carácter hegemónico que presenta la ciudad se debe principalmente al marcado tinte unitario y centralizador que mantuvo durante largos años con las demás provincias del Interior.
Otro de los factores que determinaron esta primacía fue la posesión estratégica de un puerto. Ello significó la puerta de entrada a las más variadas influencias extranjeras, provenientes desde los rincones más remotos del universo como parte de las grandes oleadas inmigratorias que acontecieron en nuestro país.
En orden a comprender el proceso de interpretación de los signos, Umberto Eco (semiólogo) afirma que este mecanismo debe estar adecuado a las particularidades y limitaciones que impone el contexto. “Cada interpretante es una unidad cultural incluida en un sistema a partir del cual se aborda el universo perceptible y pensable para elaborar la forma del contenido, en una cultura específica”[5].
Atendiendo a nuestra enorme diversidad cultural, José Edmundo Clemente comprende que “un diccionario de argentinismos asombraría por su desmesurado volumen”[6].
Cabe destacar que son incontables las diferencias que existen con respecto a los usos cotidianos de una misma lengua entre una región y otra, pertenecientes a un mismo pueblo: el argentino.
Con el simple propósito de lograr una correcta separación entre estas diferentes zonas, sin dar lugar a eventuales discusiones ideológicas, creo necesario traer a consideración el conflicto que siglos atrás dividió a Unitarios, por un lado, defendiendo los intereses de Buenos Aires; y por el otro, a Federales, protegiendo a los pueblos del Interior.
Los Federales durante la merienda toman la leche con masitas. Éstas, adquiridas en el almacén de acá a la vuelta de
Aquella persona que pretende obtener éxito en la vida sin recurrir al más mínimo esfuerzo, es un Federal croto o rasca. Mientras que para los de Buenos Aires meramente es un pobre vago.
A la aproximación de una lluvia o tormenta, el Federal corrobora que se viene el tiempo, y considera que es prudente introducir la chata en el garage. En su caso, el Unitario sostiene que es conveniente ingresar el auto en la cochera.
El Unitario miente. El Federal te bolacea.
Para los del Interior, el flaco que le saca el cuero es aquél que habla a las espaldas de otro, mientras éste se encuentra ausente. Para los oriundos de Buenos Aires, es un chabón, al que acusan de falso.
Para la organización de un tradicional asado argentino, el Unitario sale de compras, elige patys, unos salamines y el agua con gas. Contrario a ello, el Federal se dispone a hacer los mandados, consigue un par de chorizos secos y se trae la soda.
Del Federal mamado que busca camorra a toda costa, el Unitario se lo atribuye a un borracho que pretende armar quilombo y concretar un combate de puños.
En un café porteño, el Unitario le pide al mozo un tostado, entendiendo por tal a un sándwich caliente de jamón y queso. Al mismo tiempo, el Federal de Curuzú Cuatiá, en Corrientes, encarga al mesero un carlitos.
El alumnado del Interior vestido con el correspondiente pulóver que representa a su escuela acude a su respectivo salón. Al sonido del timbre todos entienden que hay que salir al recreo. En el otro rincón del país, precisamente en Buenos Aires, los alumnos visten el sweater reglamentario que el colegio consignó y se disponen a ingresar a sus aulas. El cumplimiento de los horarios de una de las clases decreta el inicio del receso. Al Federal nunca le puede faltar en su cartuchera el resaltador, liquid y el cintex. El Unitario despliega cotidianamente sobre su banco el marcador, borratinta o corrector y la cinta scotch para un efectivo cumplimiento de sus tareas escolares. Quien pertenece a Buenos Aires introduce sus apuntes y fotocopias en una carpeta para meter hojas. Mientras que el individuo del Interior utiliza para dicho fin, un cartapacio.
El Federal ante la fresca, siempre tiene a mano un pañuelo de tela que lo acompaña en sus eternos viajes en colectivo. El Unitario, soporta las bajas temperaturas con carilinas en cada traslado en bondi.
Un Federal agradable, es buena onda. Simultáneamente un Unitario, es copado.
Un Federal ingrato, es mala onda. Para el caso un Unitario, es ortiva.
[1] Borges, José Luis y Clemente, José Edmundo, El lenguaje de Buenos Aires, Buenos Aires, Emecé Editores, 1998, p.54.
[2] Ibidem p.54.
[3] Zecchetto, Victorino, “La teoría semiológica de Saussure” y “La teoría semiótica de Charles Sanders Peirce” en Seis semiólogos en busca del lector, Buenos Aires, Ciccus
[4] Borges, José Luis y Clemente, José Edmundo, Op cit., p. 54.
[5] Zecchetto, Victorino, Op cit., p. 176-178.
[6] Borges, José Luis y Clemente, José Edmundo, Op. Cit.,p.91.